viernes, 26 de octubre de 2012

Helen Keller.


Helen Keller nació en Alabama, Estados Unidos, el 27 de junio de 1880. Cuando tenía menos de dos años contrajo fiebre. Llegó muy rápido y la dejó inconsciente. Tan rápido como llegó, la fiebre cesó. Pero Keller quedó ciega y muy pronto quedaría sorda.
Mientras crecía, Helen aprendía a hacer pequeñas cosas, pero se daba cuenta de que algo faltaba. Más tarde describiría su desesperación al estar entre dos personas que conversaban y tocar sus labios, pero no entender nada. Esto le daba tanta rabia, que gritaba y pateaba hasta el agotamiento. No era una niña fácil.
Gracias a su paciente y perseverante profesora, Anne Sullivan, Helen fue poco a poco aprendiendo y superando sus dificultades.
Tutora desde 1887, Sullivan le enseñó a Keller el lenguaje de signos, a la vez que la escritura. Pero no sólo eso, sino que le enseñó la disciplina y el autocontrol. Annie entendía a Helen: ella misma era ciega.
Los mayores logros de Helen vinieron tras la muerte de Anne, en 1936. Helen viviría 32 años más y en ese tiempo probaría que los discapacitados pueden ser independientes.
Aquellos que sólo la conocen como la trabajadora milagro se sorprenderían al descubrir todas sus dimensiones.
Mi trabajo por los ciegos, escribiría, nunca ha ocupado el centro de mi personalidad. Mis simpatías están con todos los que luchan por la justicia. Fue una activista de la igualdad sexual y racial.
Durante sus años ahí, Keller escribió su primer libro: La historia de mi vida. Para ayudar a organizar y editar el libro, contrató a John Albert Macy, instructor de inglés de Harvard. El libro tuvo tanto éxito que permitió a Helen comprar su primera casa. En 1904, Helen se convirtió en la primera persona ciego-muda en graduarse de la Universidad.
Helen comprobó cómo el lenguaje puede liberar a los ciegos y sordos. Ella escribió: La literatura es mi utopía. Aquí no soy esclava. Pero trabajó duro para dominar el lenguaje. En su libro Midstream contaría su frustración con el alfabeto y el lenguaje de los sordos, aún con la velocidad con que su maestra deletreaba las palabras en su mano. Estaba impaciente por aprender, y su maestra nunca sería tan veloz, pensaba, como la gente que podía leer con sus ojos. Aún así, Helen no quería ser compadecida. Sólo permítanme vivir naturalmente y trátenme como un ser humano, diría en diversas ocasiones.
Durante los próximos 50 años de su vida, Helen produciría un gran impacto no sólo en la sociedad americana, sino también en el mundo. Comenzó su trabajo con los ciegos en 1921, cuando fue creada la Sociedad Americana para los Ciegos.
Mientras más se informaba, más se involucraba en los temas mundiales, como los derechos de las mujeres, la causa de los trabajadores, equidad para las minorías y redención para los oprimidos y no privilegiados. La ignorancia y la pobreza, escribió, son la causa de mucha ceguera. Esos son enemigos que destruyen los derechos de los niños y trabajadores y disminuyen la salud de la humanidad. Estas causas deben ser seguidas... y abolidas.
Helen quería llevar esperanza a aquellos que pasaban por dificultades. Por esto, viajaba por Estados Unidos contando su historia, instando a no perder la fe y nunca rendirse cuando se enfrenta situaciones difíciles.
Helen no es sólo conocida por su trabajo y sus premios, sino por sus escritos. Redactó trece libros y muchos artículos para revistas y periódicos. Su primer libro está disponible en cincuenta idiomas.
Murió el primero de junio de 1968, a los 87 años. Helen dejó una gran influencia en el mundo. Ella es una de las pocas personas que, aparentemente sin esperanzas, se sobrepuso a sus limitaciones, superando las expectativas de todos. Su nombre es recordado por dar esperanza a la humanidad.

Sergio Alonso Ruiz

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