Helen Keller nació en Alabama, Estados Unidos, el 27 de
junio de 1880. Cuando tenía menos de dos años contrajo fiebre. Llegó muy rápido
y la dejó inconsciente. Tan rápido como llegó, la fiebre cesó. Pero Keller
quedó ciega y muy pronto quedaría sorda.
Mientras crecía, Helen aprendía a hacer pequeñas cosas, pero
se daba cuenta de que algo faltaba. Más tarde describiría su desesperación al
estar entre dos personas que conversaban y tocar sus labios, pero no entender
nada. Esto le daba tanta rabia, que gritaba y pateaba hasta el agotamiento. No
era una niña fácil.
Gracias a su paciente y perseverante profesora, Anne
Sullivan, Helen fue poco a poco aprendiendo y superando sus dificultades.
Tutora desde 1887, Sullivan le enseñó a Keller el lenguaje
de signos, a la vez que la escritura. Pero no sólo eso, sino que le enseñó la
disciplina y el autocontrol. Annie entendía a Helen: ella misma era ciega.
Los mayores logros de Helen vinieron tras la muerte de Anne,
en 1936. Helen viviría 32 años más y en ese tiempo probaría que los
discapacitados pueden ser independientes.
Aquellos que sólo la conocen como la trabajadora milagro se
sorprenderían al descubrir todas sus dimensiones.
Mi trabajo por los ciegos, escribiría, nunca ha ocupado el
centro de mi personalidad. Mis simpatías están con todos los que luchan por la
justicia. Fue una activista de la igualdad sexual y racial.
Durante sus años ahí, Keller escribió su primer libro: La
historia de mi vida. Para ayudar a organizar y editar el libro, contrató a John
Albert Macy, instructor de inglés de Harvard. El libro tuvo tanto éxito que
permitió a Helen comprar su primera casa. En 1904, Helen se convirtió en la
primera persona ciego-muda en graduarse de la Universidad.
Helen comprobó cómo el lenguaje puede liberar a los ciegos y
sordos. Ella escribió: La literatura es mi utopía. Aquí no soy esclava. Pero
trabajó duro para dominar el lenguaje. En su libro Midstream contaría su
frustración con el alfabeto y el lenguaje de los sordos, aún con la velocidad
con que su maestra deletreaba las palabras en su mano. Estaba impaciente por
aprender, y su maestra nunca sería tan veloz, pensaba, como la gente que podía
leer con sus ojos. Aún así, Helen no quería ser compadecida. Sólo permítanme
vivir naturalmente y trátenme como un ser humano, diría en diversas ocasiones.
Durante los próximos 50 años de su vida, Helen produciría un
gran impacto no sólo en la sociedad americana, sino también en el mundo.
Comenzó su trabajo con los ciegos en 1921, cuando fue creada la Sociedad
Americana para los Ciegos.
Mientras más se informaba, más se involucraba en los temas
mundiales, como los derechos de las mujeres, la causa de los trabajadores,
equidad para las minorías y redención para los oprimidos y no privilegiados. La
ignorancia y la pobreza, escribió, son la causa de mucha ceguera. Esos son
enemigos que destruyen los derechos de los niños y trabajadores y disminuyen la
salud de la humanidad. Estas causas deben ser seguidas... y abolidas.
Helen quería llevar esperanza a aquellos que pasaban por
dificultades. Por esto, viajaba por Estados Unidos contando su historia,
instando a no perder la fe y nunca rendirse cuando se enfrenta situaciones
difíciles.
Helen no es sólo conocida por su trabajo y sus premios, sino
por sus escritos. Redactó trece libros y muchos artículos para revistas y
periódicos. Su primer libro está disponible en cincuenta idiomas.
Murió el primero de junio de 1968, a los 87 años.
Helen dejó una gran influencia en el mundo. Ella es una de las pocas personas
que, aparentemente sin esperanzas, se sobrepuso a sus limitaciones, superando
las expectativas de todos. Su nombre es recordado por dar esperanza a la
humanidad.
Sergio Alonso Ruiz
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