¿Cómo daña la television nuestra salud?
No, el televisor no daña la vista.
(Aunque lo digan las abuelas a los nietos).Sí es cierto que hasta casi los años 70 los televisores de rayos catódicos emitían niveles bajísimos de radiación ultravioleta que eran perjudiciales para los televidentes, por lo cual eran advertidos de sentarse a no menos de dos metros de la pantalla. Este peligro era especialmente importante para los niños, que siempre se han sentado más cerca de la pantalla.
Pero ese peligro se erradicó al implantarse la normativa que obligaba a los productores de televisores a usar vidrio emplomado para los tubos de rayos catódicos. Desde ese momento la emisión de radiación es nula, y los televisores son inofensivos...
...¿O no tan inofensivos?
En el primer mundo la obesidad se ha duplicado y triplicado entre la población infantil en los últimos 20 años.
Según la revista Pediatrics en un estudio de 2004, un niño que vea la televisión de 3 a 4 horas diarias tendrá un 30% más de probabilidades de desarrollar problemas de atención y concentración.
Según la misma revista, un americano que vea la televisión según el comportamiento medio actual, y que viva 70 años, habrá visto la televisión durante 8 años completos de su vida.
El televisor ya no emite radiaciones, y puede emitir educación y cultura, o la peor cara de nuestra sociedad. Lamentablemente es a lo segundo a lo que suelen estar expuestos los niños y los adultos, y para eso no hay plomo que nos proteja.
Diversos estudios parecen confirmar que existe una
relación entre el tiempo pasado viendo televisión y algunos efectos
nocivos para la salud. La depresión, la obesidad, la falta de
comunicación, la propensión al asma, el déficit de atención en los
niños y la pérdida de interés en los juegos, podrían ser provocadas por
la sobreexposición a la televisión.
Un estudio
realizado por Dimitri Christakis en el que se examinó la base de datos
del National Longitudinal Survey of Youth, encontró que, en promedio, un
niño que había visto dos horas de televisión al día antes de la edad de
tres años tenía un 20% más de posibilidades de tener problemas de
atención, en comparación a aquellos que no habían visto nada o casi nada
de televisión.
Investigadores de la Universidad de Pittsburgh y la Escuela Médica de Harvard realizaron un estudio sobre
los hábitos de consumo de medios en 4,142 adolescentes sanos, y
calcularon que cada hora adicional de TV vista al día aumenta la
probabilidad de deprimirse un 8%. Jugar juegos de video o computadora o
ver videos por Internet no tuvieron estos efectos.
Analizando los hábitos de consumo a lo largo de los
años de una serie de sujetos experimentales, el mismo estudio notó que
de aquellos adolescentes que veían más televisión en 1995, muchos en el
2002 podían ser considerados como“depresivos”.
Y sin embargo, aunque la evidencia empieza a
apilarse, la bola de nieve no acaba de rodar, probablemente por el papel
preponderante que la “caja negra” tiene en nuestras vidas y en nuestro
paradigma socioeconómico. Varios científicos, como Dimitri Christakis de
la Universidad de Washington en Seattle, alertan que sus resultados son
muchas veces dejados a un lado o vistos con reticencia, tanto por buena
parte de la comunidad científica, como por los padres de familia y
sobre todo por las grandes empresas, particularmente los medios de
comunicación.
Algunas explicaciones podrían tener que ver con que
los padres no quiere escuchar que es malo poner a sus hijos frente a la
televisión, ya que esto les obliga a incluirlos (e incomodarles) en
actividades que van desde aspirar la casa, a la socialización entre
adultos. La televisión es la más fácil mamá substituta.
En el caso de los científicos, muchos de los
estudios son cuestionados debido a la supuesta dificultad de medir
factores cualitativos y sociológicos de una forma científicamente
contundente. Por ejemplo, ¿las personas que ven mucha televisión son ya
de suyo depresivas, o es la televisión la que provoca o al menos aumenta
la depresión?
Y en el caso de la difusión de este mensaje por los
medios de comunicación y la aceptación de su validez, es evidente que
no sucede, puesto que va en contra de sus intereses, y sería una especie
de autoatentado corporativo. Es como esperar que las marcas de tabaco
publicaran las advertencias de salud, sin ser obligadas por el gobierno.
Pero el caso es más delicado, puesto que la televisión, es en buena medida el medio que sostiene el pegamento social y permite
la existencia de las demás compañías y el sistema que las protege. Un
mundo sin publicidad y sutil propaganda eléctrica, sin la difusión del
status quo y el deseo aspiracional, sin la fabricación del deseo de ser
como el otro y tener lo que tiene el otro (lo que sale en la
televisión), y la necesidad de consumir lo nuevo, sería inimaginable, y
significaría un colapso vertiginoso del sistema económico mundial.
Otros argumentan, también con razón, que ver
televisión y escoger lo que se ve es parte de un derecho inalienable de
libertad humana (el 1st amendment en Estados Unidos). Sin embargo, al
conocer estos datos, al menos podríamos modificar y regular la forma en
la que consumimos los rayos catódicos del televisor. Y seguramente no
obligaríamos, al menos, a nuestros hijos a ver televisión, cuando quizá
ni siquiera ellos quieran, o no fomentaríamos su adicción.
Algunos científicos comparan la investigación de
los posibles daños de la televisión con los estudios sobre los daños del
tabaco en su primera época, luchando contra grandes compañías por hacer
consciente a la gente de sus resultados.
“Creo que tenemos suficientes datos para
justificar etiquetas de advertencia”, dice el pediatra de la Universidad
de Pittsburg, Brian Primack, sobre los efectos de la televisión.
Lo cierto es que cada sociedad, como escoge a sus
políticos, escoge sus drogas, y la televisión es una de nuestra
favoritas, sacralizada por su electroconfort, como un viejo amigo en el
que siempre se puede confiar. ¿Y cómo decirle a millones de personas
que tal vez esa droga perfecta a la que nos hemos vuelto dulcemente
adictos también tiene efectos sustancialmente nocivos (físicos) sobre
nuestra salud… qué voluntad se puede usar para querer despertar de un
sueño de opio electrónico?
Marco Hatem Vaquero.
Muchas gracias por el artículo. Me gustaría que actualizases los últimos datos y estudios asociados a este tema.
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